Sí: los alienígenas existen. Son
grises, cabezones. Abducen y meten cosas por el culo a todo tipo de seres
vivos. Como en las películas y los tebeos. Los militares estadounidenses llevan
décadas intercambiando humanos vivos a cambio de avances tecnológicos. El
protagonista es un paleto adolescente con un arma genética dentro de los
huevos. Está encerrado en una base secreta construida en medio del desierto. El
chico conoce a un extraterrestre simpático, adicto al tabaco, al chocolate y al
porno. Se escapan. Humor referencial (y hooligan).
Incorrección política (y sexista). El guión de Chris Ryall es previsible (de hecho, sólo he leído la primera mitad
de este one-shot de 100 páginas). El
dibujo de Ben Templesmith combina siniestrismo pictórico con caricatura indie.

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