Este
cuarto capítulo provoca corrientes de gélido temblor a lo largo de la espina
dorsal. El protagonista visita a un viejo lugareño que vive a las afueras de un
pueblucho llamado Athol. El viejo tiene una hija albina y un nieto adolescente monstruoso que resuelve
problemas geométricos complicados. También se insinúa una presencia extraña
encerrada en un establo. Alan Moore
inyecta contenido, referencias y atmósfera a su plan magistral para construir
la Gran Obra lovecraftiana de este
milenio (en la última página, incluye un poema original del escritor de
Providence: The Ancient Track). El
talento del dibujante Jacen Burrows
cada vez me abruma más: meticuloso, realista, cadencioso y espeluznante. Los
anexos del comicbook son: varias
entradas del diario manuscrito del protagonista (donde se nos explica un flirt con una joven del pueblo que
trabaja en el hotel) y dos dibujos desconcertantes (obra de la mujer albina y
posible madre de un engendro abominable).




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