Último capítulo de esta miniserie que
parece el borrador cool de una
teleserie. El mago traidor se siente responsable por la muerte de su hija (lo
es, por dejar su varita al alcance de manitas pequeñas). Está dispuesto a
vender a quien sea por redimirse (y por resucitar a la niña). La joven rebelde
de la familia de los magos buenos acaba solucionando el entuerto convenciendo
al gilipollas desequilibrado para que se sacrifique por amour paterno. Mark Millar
abusa de tópicos argumentales con mucha más gracia que la mayor parte de sus
contemporáneos. Olivier Coipel dibuja
como le sale de ahí. Es impecable. Es
frío. No es lo suficientemente memorable. De hecho, ya lo olvidé.


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