La
arquitectura dramática sobre la que se asienta esta serie es resistente a los
lugares comunes. Quiero decir que, incluso en sus momentos más desafortunados, previsibles
y simplones, funciona. Esta ucronía políticamente aterradora sobre un mundo
controlado por familias empresariales que esclavizan a sus trabajadores y
prescinden del sobrante de humanidad, tiene su gracia. Cada familia cuenta con
un o una Lazarus, que es una especie de superguerrero o superguerrera de lo más
cool y prácticamente indestructible.
La Lazarus de la familia Carlyle (el clan que gobierna la mayor parte de los
exEstados Unidos) se llama Forever. Tiene dudas acerca de su pertenencia o no a
la familia. La serie mejora cuando se atreve a describir el mundo que existe
fuera del entorno íntimo de la protagonista. Greg Rucka, guionista, debería soltarse el pelo (¡ese #15, casi sin
diálogos, con una pelea de chicas que ocupa casi todo el capítulo!). Si no es
así, me acabaré aburriendo. Las rivalidades de clan mal resueltas y los
temblores existenciales de serie B, a la larga, no conforman una dieta
energética equilibrada. Comida basura, la justa. El dibujo realista,
detallista, antiguo y contenido de Michael Lark marca tendencia.
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