Ambiente
granjero años 30. Una chica aparentemente endemoniada se descubre a sí misma. Cullen Bunn planta las bases argumentales
y adorna el asunto con detalles de brujería primigenia. Salen un fantasma
protector despellejado cuya piel habla en susurros y una deidad milenaria en
forma de toro imposible. Final precipitado y en positivo: “OK, vale, es verdad, soy una bruja, pero no pasa nada ¿eh? Yo a lo mío
y vosotros a lo vuestro. No nos pongamos nerviosos. Igual hasta le saco
provecho a mis artes adivinatorias. ¿Que no?” Flojo. El dibujo de Tyler Crook me gusta: entre la
ilustración infantil y el indie autobiográfico con zarpazos de horror
expresionista.
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